viernes, 26 de mayo de 2017

VELÁZQUEZ Y SU AMOR POR LA REALIDAD

R.G. El niño de Vallecas, 1948


Velázquez la contempla lleno de amor, pero no enamorado, apasionado, sino lleno de un piadoso amor impersonal, como ha sido siempre el amor de los grandes redentores.  Velázquez no puede caer en el amor, en el avariento amor a la realidad ni en el mezquino amor al arte, ya que el suyo no es un amor de amar, sino de rescatar. De aquí que su obra termine por ser una especie de purgatorio, entre doliente y apacible, expiante, purificante. Toda la realidad, la más hermosa como la más horrorosa, sin distingos, será bien acogida en ese santo terreno de su pintura...

Ramón Gaya. 
Fragmento de Velázquez, pájaro solitario, 1963

viernes, 19 de mayo de 2017

LA PINTURA DE RAMÓN GAYA VUELVE A ROMA PARA QUEDARSE


Caffé Greco en Roma 

El Caffé Greco, el histórico café de Roma convertido casi en una especie de museo rico en arte y en recuerdos literarios por ser lugar habitual de encuentro y tertulia de intelectuales y artistas, mantiene desde el pasado 15 de mayo obra de Ramón Gaya. Se trata de un lugar donde, en sus salones han sido compuestas inolvidables piezas musicales por Mendelssohn, Lizst y Wagner y han escrito parte de su obra  Lord Byron,  Sthendal y Goethe.  Un lugar de encuentro y cultura que representa la vida de la ciudad de Roma.

El director del Instituto Cervantes, Juan Manuel Bonet, y el embajador de España en Italia, Jesús Gracia, presidieron el homenaje al pintor español con emotivas palabras. El acto consistió en la cesión de un retrato original y un texto alusivo que figurarán en las paredes del histórico lugar romano. La obra, un retrato de la última mujer del cineasta italiano Roberto Rossellini, fue entregada por la viuda del pintor, Isabel Verdejo.

En 1956, Ramón Gaya cumplió su deseo de instalarse provisionalmente en Roma donde estaba su amiga María Zambrano y en dónde, poco a poco, viviría la autenticidad de la capital italiana, en sus cafés y tertulias, en las charlas junto a escritores, en la luz de su pintura… Fueron años importantes e intensos para el creador. El 11 de enero de 1957, Gaya escribiría en su diario: “Encuentro a María en el Café Greco. Veo la exposición del “Seicento”: un Rubens; el retrato del Duca d’Este, de Velázquez; la calle de Vermeer; un Van Dyck; un Cerezo; un Ribera; todo lo demás es pura palabrería”.

Roma siempre estuvo en Ramón Gaya, en su pintura, en su luz, en su pensamiento y obra escrita, viniendo a decir de la ciudad: “Cuando se trazan esas cuatro letras sobre un papel, apenas si tenemos algo más que añadir, ya que por sí solas parecen expresar la ciudad completa, y al pronunciar la palabra que forman nos encontramos con un cuerpo redondo, blando y firme como una piedra de río, como un canto rodado, limado” (1953).

Hoy, una parte de la creación de Gaya pertenece a la ciudad eterna.